La Historia...

... Un resumen ...

Corría el año 2012, y el aire en la Universidad de Los Andes olía a cierre de ciclo, a metas cumplidas y a sueños por estrenar. Ella estaba culminando su carrera de Contaduría Pública, y yo, Administración de Empresas. Durante años compartimos pasillos, profesores, amigos… pero nunca coincidimos. Éramos dos historias paralelas, caminando por el mismo campus sin saber que el destino ya tenía escrita la nuestra.

Todo cambió en vísperas de la graduación. Yo era el presidente del comité de grado, responsable de coordinar a todos los futuros egresados. Entre planillas, discursos y ensayos, me tocaba conocer a cada quien. Fue entonces cuando apareció ella. Llegó apurada, buscando con quién debía hablar, mirando hacia las nubes como si el cielo mismo le fuera a responder

Yo, que siempre he tenido un toque de descaro, me acerqué y le dije:

Conmigo es que tienes que hablar.

Ese instante quedó grabado en mi memoria como un antes y un después. Ella vestía unas botas blancas y un jean verde que resaltaba su estilo único. Pero más allá de su apariencia, lo que me cautivó fue su presencia… esa mezcla de elegancia y sencillez que sólo ella tiene.

Desde ese momento supe que mi vida estaba por cambiar.

Durante dos semanas insistí, buscando cualquier excusa para verla, para conversar, para que me regalara una sonrisa más. Y al fin, después de tanta espera, llegó aquel “sí” tan esperado, tan anhelado, tan nuestro.

Empezamos a salir, a compartir sueños, a construir poco a poco una historia que hoy ya lleva más de trece años de amor, aventuras y complicidad. Juntos hemos pasado por etapas, desafíos y alegrías, siempre con la certeza de que aquel encuentro no fue casualidad… fue destino.

Y hoy, con el mismo corazón que latió fuerte aquel día en la universidad, me preparo para cumplir una promesa que nació desde entonces: llevarla al altar, tomar su mano y sellar ante Dios la unión que desde hace años ya existe en nuestras almas.

Porque cuando el amor es verdadero, no necesita presentaciones… sólo un instante para reconocerse.